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Luz y color ( 2ª parte )- Final

07/08/2020

Esa respuesta no hizo más que alimentar la ira contenida, las preguntas siguientes no fueron tan amables. 

– ¿Fue bien verdad? ¿Y me puedes decir porque si va tan bien ya no trabajas allí? ¿Me puedes explicar también por qué no has tenido el valor de decírmelo? ¿Puedes contarme por favor que demonios tienen  esos trastos a los que juegas? Dime…dime que está sucediendo porque de verdad que no logro entenderlo -. 

Alguien levantó la liebre…alguna persona conocida se fue de la lengua y ahora debías rendir todo tipo de explicaciones; sabías que cualquier disculpa sería en vano; no obstante, albergabas la posibilidad de gozar del indulto. Explicaste como aquel mundo te atrapó y las consecuencias que fueron sucediendo a causa de ello. Como era previsible, no hubo un perdón que aplacara tu vergüenza, pero a medida  que pasaban los minutos, hubo comprensión de que lo que padecías era una enfermedad y como tal, había que tratarla.  No repararían en medios para sacarte de aquel círculo vicioso en el cual estabas atrapado; apoyado en tus seres queridos, las garras del juego terminarían por ser derrotados. 

A pesar de contar con su inestimable ayuda, las salidas a la calle, eran poco menos que una visita al médico…sabías cuando entrabas pero no cuando marchabas. El juego te tenía a su merced, eras esclavo de los bonus y los avances. Mientras el apoyo por parte de profesionales cobraba vida, los pocos bienes de los que gozabas, se esfumaron poniendo la guinda a un agrio pastel. La casa, aquel lugar que te vio vivir momentos felices, así como contempló el crecimiento de tu hijo, terminó por esfumarse irremediablemente algo que, tu pareja pese a ofrecerte su ayuda, no podía asumir. 

– ¿Has visto lo que has conseguido con el dichoso juego? Maldito ludópata!!!! nos has llevado a todos a la ruina -. 

Ese reguero de reproches no terminó ahí, cada intento de disculpa por tu parte, eran cortadas de raíz para seguir avivando tu culpa. 

– Sabe Dios que haría todo lo que fuera por ti y por ayudarte pero esto ha sido la gota que ha colmado el vaso; tenía la esperanza que pusieras de tu parte pero ¿para qué verdad?, con tus asquerosas tragaperras ya tienes suficiente. 

Las promesas de cambio, eran inútiles… habías demostrado demasiadas veces tu nulo interés. 

– Te prometo, te juro que yo… 

– Calla por favor !!!!! no jures nada, no quiero saber nada. Ahora mismo yo y el niño, nos vamos a casa de mis padres -. 

No dabas crédito, te estaban dejando en la estacada cuando más necesitabas su apoyo; esa ayuda que  estaba dispuesta a ofrecerte para que volviera todo a ser como antaño, se disipó como la niebla en cuanto surgió el primer revés. Quizás ese era el premio que el azar te tenía reservado. 

De la noche a la mañana te encontrabas solo, únicamente acompañado de deudas por doquier y una orden de embargo prevista para un par de semanas después.  Ese duro golpe no produjo la reacción que se esperaba para revertir el problema…al contrario, te hundió más en el foso. Con todo perdido, familia incluída , cediste los controles de tu vida al carro del juego. 

Paulatinamente, te encontrabas más demacrado…la alimentación era escasa; prácticamente todo se destinaba al mismo saco; allí te distraías de los incontables problemas que se te acumulaban. 

Irónicamente, te labraste un nombre entre los bares de la ciudad…un mote jocoso pero que te sonaba a mofa. “ La autopista”…así era como los asiduos a bares y locales de ocio te conocían.  Al igual que la mayoría de autopistas, disponías de tres carriles en los que podías avanzar, detenerte o proseguir el trayecto sin descanso alguno. El añadido radicaba en que, esa autopista por la que circulabas, te conducía a la ruina más absoluta. 

Poco te importaban los cuchicheos de esa gente, las habladurías de unos desconocidos eran el menor de tus dolores de cabeza.  Una de las clientas del local, se acercó hacia ti a fin de entablar conversación; sentías su presencia cerca pero el carrusel de figuras te tenía hipnotizado. 

– Perdona, ¿tú eres al que llaman por aquí “ la auto…” -. 

Antes de que acabara la pregunta, una respuesta seca y cortante, puso tierra de por medio a cualquier atisbo amistoso. 

– Si vienes a reírte de mí desdicha ya puedes por irte donde has venido, los mirones me sobran -. 

– Perdona, yo solo quería ofrecerte mi ayuda…sé muy bien cómo funciona este mundo -. 

– ¿Hemos compartido mesa en algún momento? ¿Te he pedido yo ayuda? Pues lárgate y déjame en paz-.

Una vez difuminada la poca economía de la que disponías, volviste al hogar…un hogar que tenía los días contados para ti. La lista de deudas era larguísima, entre amigos y organismos oficiales, el montante a deber era desproporcionado; pero lejos de ver eso, lo único que contemplabas, era que  carecías de metálico con el que mantener tu droga. 

Tan solo te quedaba una tabla de salvación para soliviantar el ansia de ver nuevamente rodar los carriles de frutas; tu hijo durante años estuvo ahorrando dinero para poder pagarse en un futuro el carnet de conducir; posiblemente se olvidó llevárselo a casa de los abuelos y tal vez volvería a buscar su botín. Sopesaste, dejarlo en su sitio o cogerlo con la esperanza que ese fuera el punto de partida hacia un cambio en tu fortuna. Optaste por esta última… te habías convertido en un vulgar ladrón, con el agravante que la víctima fue tu propio hijo, sangre de tu sangre. Vilmente le robaste sus reales ilusiones para cumplir tus ficticias esperanzas. 

Eran los últimos bienes, el joven chico podía hacerte sobrellevar los días siguientes con cierto  desasosiego…siempre y cuando el ansia de querer recuperar en un día lo perdido en meses, no te engullera de nuevo hasta el abismo más infinito. 

– Ahí entra ese al que apodan como “la autopista”…pobre, no ha tenido bastante y viene a por más -. 

Las risas entre los allí presentes, se sucedían; las miradas despectivas hacia tu persona eran continuadas…de ser un humilde padre de familia con trabajo estable, pasaste a ser un perdedor, un perfecto don nadie sumido en la trampa del vicio. 

Mientras la insaciable boca de aquella máquina, engullía cuantas monedas depositaras, la misma mujer del día anterior se plantó nuevamente a tu lado…como si oyeras llover, proseguías contemplando como la montaña de metal iba menguando. 

– Hola de nuevo ¿otra vez retando al azar? ¿por qué no lo dejas y vamos a tomar una copa? -. 

– ¿Crees que por cruzar ayer varias palabras, estás en derecho de decirme lo que debo hacer? Hazte un favor y vuelve a la barra con tus amigotes -. 

Después de decir eso, la última monedita era consumida…la desesperación se apoderó de ti más si cabe aún; tras contemplar atónito que no hubo combinación que te hiciera ganar un mísero premio, agachaste la cabeza y te maldecías a ti mismo. Robaste a tu hijo para nada…las dudas que podía albergar entre reconciliarse contigo o no, con ese acto ruin y miserable, te abocó también a la pérdida del joven.  La mano de esa desconocida se alzó sobre tu hombro…esta vez no hubo malas contestaciones, tan sólo buscabas que te dieran una explicación a todo lo que estabas viviendo. 

– ¿Qué he hecho? ¿Cómo he llegado hasta aquí? Lo he perdido todo…trabajo, mujer, hijo, amigos…todo se ha ido esfumando y lo que es peor, he permitido que sucediera-. 

– Tranquilo, te invito a una copa y charlamos-. 

No podías permitirte ni una copa de whisky; dependías de la limosna; estaba claro que tocaste fondo, en ese preciso instante, aquella extraña, era tu paño de lágrimas.  Querías que la tierra se abriera y te llevara hasta los infinitos…te sentías como un ladronzuelo del tres al cuarto pero la realidad de todo, es que en lo que te convertiste es en un adicto al juego.

– Lo he perdido todo… todo !!! He sido capaz hasta de robar a mi propio hijo-. 

Tu acompañante, escuchaba detenidamente todos y cada uno de tus lamentos; intentándote tranquilizar y hacer ver la verdad de todo. 

– Verás, ahora te arrepientes de haberlo hecho, pero en cuanto tengas algo de dinero caerás de nuevo; estás enfermo y lo que debes hacer es ponerle cura-. 

Sabía muy bien de lo que hablaba, sus palabras aplacaron tu vergüenza; pese a seguir con el remordimiento del hurto, tomaste conciencia de quien obraba todos esos actos, no eras tú. 

– Te voy a contar una cosa…hace años yo pase por lo mismo que tú así que se de lo que estoy hablando-. 

Esa mujer, poco a poco se fue sincerando, contando sus problemas con el juego de años atrás y como consiguió salir para convertirse en una persona con una vida normal…sin grandes alardes pero con lo suficiente como para poder vivir dignamente. 

– ¿Porque me cuentas esto…que beneficio sacas? -. 

– Beneficio ninguno, mi ayuda es totalmente desinteresada…se lo mal que se pasa y lo que se es capaz de hacer por el juego. 

Durante unos instantes, dudaste de su ayuda, a fin de cuentas no la conocías de nada. 

– No sé… ¿no me conoces de nada y me ofreces ayuda? 

– Mira… te estoy dando la oportunidad de que puedas salir de este mundo…si la quieres bien y si no, ya nos veremos en otra ocasión-. 

Antes de que cruzara la puerta del bar, clamaste por su ayuda; ante la desesperación, cualquier vía de escape, era válida. – Espera!!!! no te vayas…dime que debo hacer -. 

Después de meses, negando esa enfermedad, el haberte convertido en un ladrón, te abrió los ojos para aceptar que el problema con el juego era real y querías ponerle remedio para al menos, recuperar tu personalidad. 

Acompañado por esa mujer, un centro de rehabilitación fue el siguiente destino; te sentías extraño, un grupo de personas que nunca antes habías visto, tenían el mismo problema…quizás al igual que tú lo habrían perdido todo, pero no tenías ganas de oír las penas ajenas. 

– No, no, no… yo me voy de aquí. Venir aquí creo que está de más-.  

– ¿Quieres recuperar tu vida? Pues el primer paso para hacerlo es entrar ahí y enfrentarte cara a cara. Si por el contrario quieres seguir siendo un desgraciado el resto de tu vida, vuelve al bar y vive de la mendicidad-. 

Renegabas de entrar nuevamente y unirte al grupo, pero esta vez las ganas de retomar lo que fuiste  tiempo atrás, eran mayores que sacar a la luz tu ludopatía. 

Las primeras sesiones eran una toma de contacto con los nuevos “amigos”… aquella extraña mujer se convirtió en una sombra, asegurándose que acudías a la cita con la asociación. A pesar de todo ello, no tenías pleno convencimiento en lograrlo. 

– No lo voy a conseguir…no tengo a nadie que me brinde su apoyo excepto tú-. 

Tus palabras gozaban de comprensión y empatía…era una reacción perfectamente normal en alguien con esa enfermedad. 

– Eh, eh!!! No digas eso, sabemos que es difícil pero eres muy capaz de conseguirlo, cree en ti como yo lo hago -. 

Las largas horas en las que no estabas inmerso en tu recuperación, las pasabas al lado de tu amiga caminando, distrayéndote, haciendo mil cosas que te mantuvieran alejado de la red del vicio. 

El camino hacia la recuperación, aquel que contemplabas como una quimera, poco a poco tomaba la senda correcta. El siguiente paso, era conseguir un nuevo empleo…lo veías como una prueba de fuego; disponer de dinero, mediría el proceso de curación.  Tarea costosa, dedicaste mucho tiempo en busca de un trabajo algo que de paso, te permitía seguir distraído y mantenerte alejado de todo aquello que te hizo mal. Un taller de reparación de automóviles, te brindó la oportunidad de volver a sentirte realizado; el horario lo podías compaginar con la  asociación a la que te personabas diariamente. 

La persona que cierto día te ofreció su ayuda sin pedir nada a cambio, cada vez se distanciaba más…tu rehabilitación iba por muy buen camino y ya podías enfrentarte solo al mundo de fuera. 

Gracias al actual trabajo que tenías, pudiste levantar de nuevo tu vida, comenzando de abajo y corriendo una particular carrera hasta la posición de tiempo atrás.  No fue hasta pasado un largo año, que las visitas al centro se reducían a 1 vez por semana…las inmersiones en los bares volvían a aparecer, pero esta vez, el mundo de luz y color, causaba un nulo efecto. Recordabas lo que fuiste por su culpa y ahora pasabas de largo ante tal engaño. 

Los meses se sucedían y la tan ansiada rehabilitación llegó a su fin…ganaste una batalla lenta y costosa; para cumplir tan preciada meta, la suerte para ti no fue en forma de dinero, sino cultivada en una persona que en su momento te apoyó y creyó en ti cuando más solo estabas.  Nunca más la volviste a ver ni saber nada más de ella; de la noche a la mañana, tú particular ángel de la guarda desapareció sin dejar rastro alguno. Te hubiera gustado agradecerle su labor, expresarle la gratitud por haberte librado de esa espiral del vicio. Quizás el destino quiso que vuestros caminos discurrieran por separado. Tu vida volvía a estar encauzada aunque por el camino se fueron tus seres queridos….jamás te perdonarías ese hecho. 

Nuevamente sentías el placer de oír el despertador por las mañanas, vestirte para ir a tu puesto de trabajo y poder entrar en un bar a tomarte un café sin miedo alguno a los cantos de sirena provenientes de una máquina. 

Mientras saboreabas ese humeante café, alguien activó el carrusel…la armoniosa melodía podías escucharla de lejos; diste la vuelta para contemplar al susodicho. 

– Y pensar que empecé así…qué sería de mí ahora sino hubiera sido por… -.

No querías seguir recordando el pasado, ya te martirizaste bastante durante mucho tiempo. Todo quedó como un mal recuerdo que tratabas no volver a reconstruir.  Abandonada de nuevo aquel pozo sin fondo, tomaste el último sorbo; sin apenas haber tenido tiempo de dejar la taza encima de la barra, una voz que te acompañó durante meses, se escuchaba de fondo. “ Avances 1..2” .No pudiste evitar el acercarte a la máquina…sorprendentemente para ti, el antecesor se marchó, dejando un apetitoso bocado al alcance de cualquiera. La ruleta del azar, te eligió  colocándote una nueva traba en el camino. Presionando el mismo botón dos veces seguidas, se cuadraba ante tus ojos el mayor premio que podía ofrecerte… 500 euros por accionar ese pulsador. 

Dudabas en que hacer, conseguir un premio sin coste alguno y arriesgarte a una recaída de la cual quizás no saldrías, o seguir con una vida que te costó recuperar. 

Estabas como al principio de todos tus quebraderos de cabeza, dinero fácil a cambio de nada… solo tu tenías la llave a tal encrucijada. 

Cogiste papel y boli, y tras engancharlo tapando los 3 carriles, cogiste la chaqueta y cruzaste la puerta del bar echándole una última ojeada a la más cruel de las enfermedades. 

Unas palabras las allí escritas que, anteriormente te habrían enfadado hasta cotas insospechadas, ahora lo contemplabas como una página negra en tu vida de la cual no te escondías así como tampoco tenías miedo a ser señalado. Nadie que leyera esas palabras lograría entender su significado, tan solo tu sabías lo que quería decir. El juego ganó muchas guerras, pero te alzaste con la victoria final dejándoselo escrito en la frente. 



“ POR AQUI PASO LA AUTOPISTA SIN PAGAR EL ULTIMO PEAJE” 

Marc Domínguez

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Francesc Garriga

22/07/2020

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