Artículos

Orígenes ( 2ª Parte )

 

Por mucho que tus tripas agradecieran ese gesto, empezabas a estar con la mosca detrás de la oreja; era como si quisiera obrar de buena fe pero en la intimidad… mantenerse en el secretismo mientras degustabas esos pequeños manjares.
Por tu parte, estabas intrigado de quien podría ser tu salvador o salvadora…anhelabas ponerle cara, agradecerle su ayuda y de paso preguntarle el motivo de tanta caridad.
Los días se sucedían y la zozobra por desconocer la identidad de tu ángel guardián iba en aumento; pero tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe… se despedazó el cántaro y por fin pudiste poner un rostro, por primera vez en mucho tiempo, tenías la oportunidad de acercarte a una persona y hablarle de igual a igual sin miedo a repulsa.
Una mujer, con rostro angelical, era la encargada de haber aliviado tu ausencia alimenticia; pequeñas cantidades que para ti eran poco menos que un banquete digno de los mejores restaurantes que frecuentabas en un tiempo no muy lejano. De pie, delante de ti, observaba como ingerías los alimentos, mientras esbozaba una pequeña sonrisa como muestra de satisfacción.
– Ten cuidado por favor, no te atragantes -.
Desoías por completo los consejos de tu benefactora… de igual manera que un perro, tan solo reconocías lo que tenías delante en forma de comida; las explicaciones y posteriores agradecimientos podían esperar…tu estómago clamaba por engullir tan pequeño pero gran botín.
Una vez habiendo cubierto tu apetito, miraste fijamente a tu particular banco de alimentos, buscando una razón del porque le prestó su ayuda en lugar de pasar de largo como la inmensa mayoría.
– He de pasar por aquí para volver a mi casa, y cuando te vi por primera vez, me entró congoja al verte -.
Congoja…esa era la sensación que causabas en aquella mujer cuando para los demás simplemente había rechazo.
¿ Sería posible que de entre tanta gente de la calle, fueras tu el elegido? Por un lado le agradecías enormemente gesto de bondad, pero por otra parte te sentías desconcertado precisamente por ello; ser el “ nominado” entre decenas y decenas de los sin techo.
Hacía ya tiempo que la dignidad se separó de ti… te resultaba indiferente que las descalificaciones y faltas de respeto hacia tu persona se adentraran en tus oídos; el hecho de tener una pequeña cantidad de comida, solapaba el echo de producir congoja o ser un marginado social.
El apetito, estaba por encima de tus valores como persona aunque fuera en unas muy desfavorables circunstancias.
El encuentro con tu alma caritativa, tan solo duró unos instantes…el suficiente como para agradecerle repetidamente su bondadoso acto; aún manteniendo la esperanza de que se
volviera a repetir ese encuentro más a menudo, sabías que no sería así…quizás en algún momento aislado volviera a acudir en tu ayuda y ofrecerte un poco más de sustento.
Mientras veías como su figura se alejaba, había algo en esa mujer que te resultaba familiar…como si la conocieras de algo pero no sabías adivinar de que.
Pese a tu lamentable estado y estilo de vida, el destino no quiso dictaminar para ti un lento y agónico final; nuevamente te equivocaste, pero esta vez el error fue una bendición…esa figura femenina que esporádicamente te proveía de alimentos, acudía diariamente en tu auxilio. Pese a que no había mucho tiempo para dialogar, era el suficiente como para mostrar tus carencias.
De nuevo y a pesar de haberte respondido en días pasados, volviste a lanzar la pregunta que te causaba tanta incertidumbre:
– ¿ Porqué yo? -.
– Te lo expliqué el otro día…he de pasar por aquí para llegar a mi casa y al verte se me encogió el corazón de verte así -.
Ese breve razonamiento no lo terminabas de ver demasiado claro y decidiste ahondar un poco más en tus indagaciones.
– ¿ Al verme? No soy el único que está viviendo de la caridad…¿que me diferencia del resto? -.
Ambos girasteis la cabeza comprobando que, efectivamente, no estabas solo en las calles de la gran ciudad; hubo unos instantes de silencio para después, darte una respuesta la cual te dejó atónito.
– Verás…todavía conservo la dedicatoria que me signaste en su día -.
Tu capacidad de reacción al oír aquello fue nula; recordabas esas dedicatorias que te comentaba pero únicamente para tu círculo más íntimo. Por contra, tus recuerdos no alcanzaban a relacionar esa mujer con ese pequeño grupo de elegidos.
A la misión de soliviantar tu hambre y tu sed, se unía ahora la labor de descubrir porque esa persona tenía algo que en su momento provenía de tu puño y letra. Sea como fuere, la sombra de tu pasado aún seguía intacta por algún rincón.
Los fugaces encuentros entre benefactora y azotacalles cada vez eran más frecuentes; pese a que tu interior se sentía alegre por no estar muerto en vida, la curiosidad iba en aumento ya que, por más que trataras de saber, no conseguías recordar ese detalle.
– Dime una cosa… ¿ de que nos conocemos tu y yo? ¿ en que momento te obsequié con una dedicatoria? -.
Preguntas al aire que no obtuvieron respuesta, tan solo una pícara sonrisa; daba la impresión que la otra persona, se sentía cómoda en el papel de desconocida; tenía la sartén por el mango…tu curiosidad estaba a merced de su conocimiento. Buscabas alcanzar la meta, pero sus obstáculos en forma de silencio, te impedían cumplir tu objetivo.
– No te preocupes por ello ahora, céntrate en volver a ser quien eras, ya va siendo hora que dejes de arrastrarte por la calle y poner en marcha tu talento… si me lo permites me gustaría ayudarte a ello -.
Esa contestación, dejaba entrever que, sabía perfectamente como fue tu pasado…como se fraguó la gloria hasta el punto que, tu mismo, fuiste el artífice de destruirla.
A pesar de querer abandonar esa vida de miseria y convertirte en una persona normal y corriente, tenías muchísimas limitaciones que te impedían llevar a cabo esa meta; mendigando por las esquinas , buscando una triste calle donde pasar las noches, la empresa se antojaba sumamente complicada. Aún sabiendo que aquella mujer estaba dispuesta a prestarte su ayuda desinteresada, tu también debías aportar tu granito de arena, pero en este caso, la cabeza mandaba más que el corazón.
Lejos de desconfiar de aquella desconocida, aceptaste su ayuda de buen grado… en ese momento era la única persona a la que podías agarrarte para evitar un posible trágico y triste final. Sus palabras te hicieron recordar quien habías sido un día; te hizo remover en tus entrañas las ganas y las ilusiones que un día tenias y que persistes. Tu interior decía que si existía alguien que guardaba tu pasado y no te trataba como un apestado, era
merecedora de ser testigo privilegiado de un giro de 180o en tu vida. Tu castigo de azotacalles, llevaba asociado un perdón… pedías clemencia por una huella difícil de borrar; dicho indulto te llegó de una forma totalmente insospechada…alguien que sabía quien eras, pero sin embargo para ti era una perfecta desconocida.
Agarraste de nuevo el bolígrafo que adornaba tu cuello y alzaste la mirada al cielo buscando ese punto de partida el cual te fue esquivo durante todo este tiempo. Ese mismo orgullo y afán de superioridad que destruyó parte de tu existencia y que ahora estaba en el ostracismo, debía resurgir como el ave Fénix para despertar de su letargo y abandonar una vida de mendicidad y repulsa.
Esa relación tan amistosa como misteriosa, cada vez iba cobrando más cuerpo; no recordabas la última vez que disfrutaste de un suculento manjar, sentado delante de una mesa como cualquier persona normal… lo más asemejado a aquello, eran los cochambrosos comedores sociales donde se alojaban decenas de individuos que por un motivo u otro fueron olvidados por la sociedad.
Sentías vergüenza e incomodidad… por un lado te avergonzabas de ti mismo, tu podredumbre distaba mucho de aquella humilde y acogedora casa; por otra parte, te sentías fuera de lugar, acostumbrado a la vida entre basura y cartones, te sentías perdido rodeado de tanto lujo.
A pesar de tantos actos de buena fe para contigo, la veracidad de lo que te transmitía aquella mujer, no te ofrecía demasiadas garantías y así se lo hacías saber en cuanto tenías ocasión.
– Te agradezco muchísimo lo que estás haciendo por mi pero, francamente, no me acabo de creer que hagas todo esto simplemente por congoja -.
No tardó en echar al traste tus preguntas; sin alterar un ápice su voz, te dejó que siguieras gozando de los últimos bocados para regresar segundos después portando un objeto en su mano derecha.
– Tengo algo que mostrarte… échale un vistazo y dime de quien es -.
Atónito, sin palabras…únicamente un mar de lágrimas cubrían tu demacrado rostro; cada página, cada palabra eran recordadas con añoranza, pero tu “ castigo” no terminó ahí.
– Mira la última página, abajo del todo por favor -.
Con gran sorpresa comprobaste como, efectivamente, a pie de página, había escritas una serie de palabras escritas para alguien en concreto…..esa famosa dedicatoria que esa misteriosa mujer te había mencionado, era un echo.
No dabas crédito…de nuevo, tu particular baúl de los recuerdos, se abrió de par en par para transportarte unos meses atrás y recordarte quien eras, pero sobretodo de donde venías…algo que bajo ningún concepto deberías de haber olvidado pero el dinero y el glamour, hicieron que obviaras tus orígenes.

– ¿ Te sirve esto de prueba ?
Alzaste la mirada, clavando tus ojos en los suyos, mientras un escueto silencio se adueñaba de ambos.
– ¿ Pero…como…como ha llegado esto a tus manos? -.
Aquella mujer, se limitó a brindarte una pícara sonrisa viendo que aún no recordabas quien era.
– Voy a contarte una cosa que de buen seguro te ayudará a recordar -.
La burbuja de la intriga, te atrapó por completo… en tu interior se estaba librando una lucha sin cuartel; por un lado querías averiguar de una vez el que, porque, como y donde…pero por otro, te daba miedo el saber…rememorar una parte de ti de la cual no te sentías nada orgulloso. Aún así, elegiste la primera opción; en su momento, tuviste el
valor de echar al traste tus ilusiones, y ahora debías tener el valor para afrontar la realidad de tus actos.
Con suma atención, escuchabas lo que te decía tu ángel de la guarda; sorpresas mayúsculas se hallaban detrás de sus argumentaciones, pero la mayor de las sorpresas fue cuando descubriste de quien se trataba esa persona.
– ¿ Recuerdas que conociste una mujer que te acompañaba allá por donde fueras ? 
–  ¿ Recuerdas como despilfarrabas gran parte de tu fortuna en esa fémina y como agradecimiento te hacía tocar el cielo por las noches? De repente, de la noche a la mañana, esa persona desapareció de tu vida, ¿ no es así? -.
Tal era tu atención, que ello te impedía articular palabra alguna, tan solo conseguías asentir con la cabeza en señal de afirmación.
– Pues bien…. esa mujer era yo -.
– ¿ Tu? No…eso no puede ser; ahora recuerdo perfectamente y la mujer que dices tenía unos rasgos y unas características muy distintas a las tuyas -.
Nuevamente, el silencio hizo acto de presencia; tu benefactora bajó la mirada al mismo tiempo que dejaba escapar un profundo suspiro.
– Recuerdo perfectamente como era esa mujer porque como te dije era yo misma. Cuando me percaté que te estabas arruinando, decidí desaparecer ya que no podías ofrecerme
nada más…se lo que estarás pensando ahora mismo; no me siento orgullosa de ello y quizás me merezca todo lo que esté pasando por tu cabeza. No fuiste la única “ víctima” de mi avaricia; pero como todo, un día se acabó…el boca a boca empezaba a pesar y mis sinuosas curvas ya no surtían efecto. Todo eso, me llevó a tener que pagar el precio de la
ambición, y me vi abocada a la vida que tu estás llevando ahora. Pasé mucho tiempo como tu, pidiendo, durmiendo en cualquier rincón, saboreando la derrota en todos sus sentidos; pero me di cuenta que no podía seguir así mucho tiempo…me ofrecieron la posibilidad de trabajar en un bar, a partir de ahí empecé poco a poco a resarcirme. Los
inicios no fueron nada fáciles… de vivir por interés pase al interés por vivir. Gracias a ello, pude encontrar un apartamento que, como ves, aunque no muy grande suficiente para mi.
Como puedes ver no fuiste la única persona que alcanzaste la cima y chistes en picado por el egocentrismo y el orgullo.
Sorprendido ante la confesión no sabias que pensar, por un lado la querías odiar por su actitud pero por otro lado comprendiste que a fin de cuentas los dos pagasteis el precio más caro de tanta avaricia por esa vida llena de glamour y lujos.
– Entendería que ahora sabiendo quien soy,me odies y no quieras volver a verme.
El silencio se apoderó nuevamente durante unos momentos, tal explicación, digna de una confesión policial, te dejó sin palabras por unos instantes.
– Debería odiarte por darme la espalda como hicieron los demás ,pero debo confesarte que me ha impactado tu experiencia, pero hay una cosa que me tiene en vilo….¿ como diste conmigo y porque haces todo esto? -.
– Hace unos meses, apareció un artículo tuyo en el periódico; sabía que tu caída iba en picado pero jamás imaginé que acabarías en esta situación. La verdad es que fue una suerte dar contigo… no podía creerme que estuvieras vagando por las calles. Al verte, me hiciste recordar que también fui esclava de la mendicidad… supongo que parte de culpa de que te encuentres en esta situación la tuve yo, así que, lo menos que podía hacer, era intentar enmendar ese error y que puedas volver a tener una vida más humilde -.
Sacaste el bolígrafo que tenías alrededor del cuello, y por primera vez en mucho tiempo, tus manos volvieron a sentir el placer de escribir sobre una hoja…. la última hoja de tu última obra; la que te encumbró y al mismo tiempo te destruyó. Al lado de esa dedicatoria que obsequiaste, hiciste constar de nuevo tu puño y letra:
“ Si la vida no concede una segunda oportunidad, concédele una segunda oportunidad a tu vida”.
No le guardabas ningún tipo de rencor, a fin de cuentas, en su momento ella buscaba su propio beneficio y tu aceptaste; considerabas que no merecía la pena culparla por sus actos…el destino que le tocó vivir y su conciencia, se encargaron de ello.

Miraste de nuevo esas palabras que acababas de escribir y te diste cuenta que, ese talento que te hizo ser conocido y después se transformo en narcisismo, aún permanecía intacto.
Precisabas una hoja en blanco, abrir tu particular caja de Pandora, y dejar volar nuevamente esa imaginación que con el paso de los meses, se había quedado completamente oxidada.
No te fue difícil encontrar un tema sobre el cual plasmar tus ideas, la vida entre cartones y alcantarillado, se presentaba como el escenario perfecto donde evadirte tu mísera vida.
Antes de ponerte y nunca mejor dicho manos a la obra, tu peculiar Santa Teresa, irrumpió en tu inspiración.
– Te voy a pedir un favor…antes de hacer nada ¿ que te parece si te das un relajante baño?
No queda bien que, si quieres encauzar de nuevo tu vida vayas vestido de esa manera tan andrajosa. Cuando salgas, te daré otra sorpresa -.
Te miraste de arriba abajo con tristeza, ciertamente tu aspecto era penoso, pero fue lo único que tenías y después de tanto tiempo, te habías acostumbrado a ello. Aún así, no ibas a negar la posibilidad de sentir el contacto del agua caliente cayendo por tu cuerpo.
Momentos después, parecías otra persona…el olor nauseabundo quedó en el sumidero; tu pelo ahora era suave como la seda…tu interior por fin respiraba paz tras muchos meses de desasosiego.
Encima de la mesa donde previamente estabas sentado, había un ordenador portátil…de nuevo, recuerdos de horas y horas atrincherado delante de ese objeto, azotaban tu mente.
– Este ordenador es mío pero no lo uso; tal vez tu le sacarás mas provecho que yo -.

Marc Domínguez

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies
Esta web utiliza cookies propias para su correcto funcionamiento. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Ver
Privacidad