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Gente

05/01/2021

 

Coger el tren en hora punta puede resultar algo caótico; después de mucho tiempo me tocó volver a vivir esa experiencia de mezclarme en un tumulto de gentío esperando la llegada del transporte público. Una mochila con un cuaderno, un bolígrafo y el mp4 en el bolsillo . Ese minúsculo aparato me permitía estar ajeno a todo lo que acontecía a mi alrededor. Aún faltaban unos minutos para su llegada, así que, me siento tranquilamente en uno de los bancos de la estación, saco la libreta y el bolígrafo y mientras observaba a la gente como corría de un lado a otro, esperaba tener alguna pequeña idea sobre la que escribir unas pocas líneas. Antes de que pudiera trazar la primera letra, un fuerte golpe de aire me azotó en la cara. Algo me decía que mi tren había hecho su llegada. A partir de ese momento, aquella aparente tranquila estación se transformó en una carrera sin fondo; la gente se amontonaba en las puertas, los empujones eran constantes; en ese momento y mientras me dirigía pausadamente a subirme, pensé que si durante unos instantes hubiera licencia para matar aquello sería una carnicería. Una vez allí arriba, el panorama no distaba mucho de ahí abajo. Personas agolpadas, aprisionadas unas a otras entre las cuales me encontraba yo. No era plato de buen gusto pero las cosas cotidianas no se pueden cambiar así como así; la mejor opción es tomarlo con filosofía y dejarme llevar por la música que despertaba mis oídos. Una de las cosas que me di cuenta, es que entre tanto apelotonamiento, se descubre sin querer si la persona que está castigando tus pies, se ha duchado aquella mañana o si tiene una cierta debilidad por las colonias. Me tocó sufrir esta última, algo espantoso……. una mujer, guapa por cierto, era la responsable de mis males nasales. En un momento que me quité los auriculares de los oídos, pude escuchar una breve conversación entre dos chicas hablando de sus trabajos….. horas de entrada, horas de comida y demas cosas tan inquietantes que me tenían en vilo. Miré en varias ocasiones a las sufridas empleadas y por su vestimenta no parecía que fueran a trabajar; sus indumentarias eran más propias de tener una audiencia con el mismísimo rey. Me vino otra teoría a la mente pero bueno…. cada cual viste como quiere y como más cómodo se encuentra, no soy quien para hacer un juicio gratuíto sobre ello. En una de las paradas del tren, varios asientos quedaron libres, casualmente uno de ellos estaba delante de mis narices. No me lo pensé dos veces, dejé caer la mochila para que nadie me usurpara tal preciado botín. Mientras me colocaba nuevamente los auriculares, me comencé a sentir observado; un montón de ojos se fijaron en mí como si debiera dinero a medio vagón. No tardé mucho en deducir que el motivo de sus miradas era que mis posaderas habían encontrado un asiento para apoyarse. Saqué de nuevo el cuaderno y esta vez con algo más de calma me puse a escribir. Apenas 30 minutos de tren, conlleva suficientes curiosidades como para trazar unas líneas. A medida que aquel tren llegaba a su destino, los sitios iban quedando vacíos lo que llevaba a que la gente volviera a asemejarse a una persona con su limitado ( o no) raciocinio. Alcé la mirada al frente y contemplé como el revisor venía pasando lista y a comprobar que todos pasaron por caja antes de subir al tren. Que recuerdos me venían a la mente en ese instante……. Creo que la última vez que cogí un billete de tren, todavía eran unos de color amarillo en los que el personaje de turno venía con una especia de grapadora y te hacía un agujerito. Conclusión: Me estoy haciendo mayor.
La gente que estaba más sosegada aprovechaba para leer, dormir un poco o simplemente mirar a través de la ventana. Otra de las cosas cotidianas y que le puede pasar a todo buen hijo de vecino, es que olvides sacar billete o directamente por las prisas no lo hayas sacado. Pues bien, ese hecho tan insignificante, para el resto de mortales se convierte en poco menos que un crimen, El que estaba leyendo, dejó el libro de lado; el que plácidamente echaba una cabezadita, se despertó de ipso facto; y el que miraba por la ventana cambió su mirada a donde estaba la noticia. Las hienas olieron la sangre y no querían dejar pasar la oportunidad de hurgar en la herida. Por mi parte ni siquiera alcé la mirada……. por el rabillo del ojo, me percaté de la situación. Por el contrario, allí estaba el resto, deseosos de descubrir las miserias de esa pobre persona que por un motivo u otro carecía de billete. Mi bolígrafo volvió a escribir sobre el papel; toda esa gente que cuchicheaba, miraba expectante e incluso esbozaba pequeñas sonrisas, se morirían de la vergüenza si les hubiera sucedido a ellos. Pero ahora tocaba disfrutar con la desgracia del ajeno, tener algo que contar en el bar o con los compañeros de trabajo y jactarse de la ignorancia de ese pobre hombre.
Sonrojada hasta las cejas, ese individuo intentaba dar explicaciones del porque de su olvido; el resto de pasajeros lo miraban con indiferencia llegando incluso al desprecio; el revisor por su parte amablemente lo invitaba a apearse en la siguiente parada. Una vez, habiendo “ expulsado” a aquella persona, las charlas por lo bajini eran constantes, incluso entre personas que jamás habían cruzado palabra. Muestras de cordialidad…… una cordialidad falsa; si a uno de ellos les pasara en algún momento algo parecido el resto de la masa no dudaría en colocarle al lado de los repudiados. El mp4 lo tenía con el volumen bajo, me intrigaba saber el funcionamiento de sus mentes cuando, para ellos sucede un hecho merecedor de asunto de Estado.
Por fin llegué a destino, las puertas se abrieron de par en par; aquel subir y bajar de gente, lo contemplaba yo como un simple intercambio de hienas. Las que bajaron cumplieron su cometido encontrando un conejillo de indias y los que subían iban en busca de nuevas presas.
Esta sociedad se rige por unos cánones y la gente de a pie son como robots programados para llevar a cabo sus indicaciones; cualquiera que haga algo que se sale fuera de esos parámetros por insignificante que sea, durante unos instantes, o durante un tiempo, pasa a ser definido como “ vive feliz en su mundo”.
Por la tarde, cogí el tren de vuelta a casa ( por suerte la tarde en las líneas férreas es bastante mas tranquila), pero al igual que desgracias pasan a cada momento, detrás de cada desdicha hay un puñado de buitres buscando el morbo y las penurias ajenas.
Volviendo caminando a casa, con el mp4 rezumbando mis oídos, paso por delante de una pastelería; la dueña ( buena mujer, todo sea dicho), me dice que cerca de mi casa se ha incendiado un piso; forzosamente tenía que pasar por delante del lugar de los hechos. El panorama era espectacular…… a las dotaciones de bomberos,ambulancia, y Policía Local, se añadía un gran grupo de curiosos congregados buscando la noticia para contar en sus casas y hacer sus vidas un poco menos aburridas. Mientras pasaba por allí, miraba a un lado y a otro, las caras de los allí presentes era de asombro total. Por un momento pensé que tal vez no vieron jamás una ambulancia ni a un policía y mucho menos, un piso en llamas. Pasé de largo, las víctimas de tal hecho tendrían ya bastante sufrimiento como para que me entretuviera a escarbar en su miseria Nuevamente me vino a la cabeza lo que ocurrió en el tren con el “ sin billete”……. Si a las personas que estaban allí alzando el cuello como los pavos, les sucediera eso, querrían intimidad, que el resto de gente por una vez se dedicara a sus cosas sin necesidad de estar pendiente del que tiene al lado, esperando el más mínimo error para clavarle la espada de Damocles.
Subí a mi casa satisfecho, aquella idea que buscaba a primera hora de la mañana para escribir alguna línea, la tenía ya bastante formada en mi mente, consciente de que esto puede y no puede gustar a todos. Quien sabe , tal vez después de leer esto haya quien me defina como un “ vive feliz en su mundo”, pero hago lo que hago sin pensar en si esto encaja en la sociedad……… en si es lo que se debe hacer. Si me guiara por ello, seguramente habría dejado la página en blanco

Marc Domínguez

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