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Cuando el arte se transforma en vandalismo

07/11/2018

 

 

A finales de los años 70, los marginales barrios de la esplendorosa ciudad de Nueva York, dio a luz a un nuevo movimiento….otra de las llamadas tribus urbanas emergía con fuerza; la música RAP, era su seña de identidad, y los » raperos», su público más leal. Un modo de hablar distinto, una vestimenta vista como aquel entonces como extravagante….un clan social con personalidad propia. En aquel entonces, las personas de color, eran las dominantes en ese mundo; la música RAP, se estaba colando entre la más rabiosa actualidad artística de la época. Como toda tribu urbana, también tenían a sus rivales, y la ley del más fuerte predominaba entre ellos.

De entre todo el surtido que brindó y ha brindado este movimiento, hubo una variante ( por llamarlo de algún modo), de los que querían reivindicarse como parte del gallinero; personas, que con sus indumentarias y música propias del círculo, adornaban paredes con dibujos y colores por doquier. Antes, esos dibujos, se debatían entre el bien y el mal por parte de la gente corriente; en la actualidad, esos bocetos artísticos, son brutales muestras de vandalismo….y razón no les falta.

La representación llamada » graffiti» y su autor llamado » graffitero», fue queriendo superarse con el paso del tiempo; muchos son los que disponen de enormes paredes blancas incluso cedidas por los Ayuntamientos, para sacar a su particular Picasso urbano. Incluso, comerciantes acceden a cambiar las grises persianas de su establecimiento por colores más alegres y llamativos. Pero al igual que el que tiene dinero, quiere más, el pintor de las calles no se conforma solo con paredes blancas permitidas… busca expandir su arte, allá por donde vaya, sin importar la propiedad. Últimamente y en concreto en esta semana pasada, se han escuchado varios casos de, » graffiteros», adornando metros de punta a punta; en Barcelona, 34 de esos personajes, no dudaron en comenzar por una punta del metro de la L4 y terminar por el otro extremo. Su modus operandi, no suele variar mucho…accionando la palanca de freno, lo tienen a su merced para, spray en mano, dejar huella de su paso. En este caso en concreto, no les importó que hubieran pasajeros a bordo, así como no dudaron en agredir a quien se interpusiera en su camino. Una vez cumplido su objetivo, la cámara hace el resto para colgarlo en sus particulares redes sociales, y difundir lo que ellos entienden como una proeza. 

El metro de Madrid, tampoco se queda atrás; una serie de esos mismo justicieros del spray, obligaron al maquinista a desviar su trayectoria y y añadir otra muesca de vandalismo a su cinturón. Tan solo unos pocos han caído en manos de la justicia, pero al ser generalmente menores de edad, los sueltan. Se habla de que entre ellos, circulan apuestas por Internet para incentivar a la parroquia » graffitera», pero a día de hoy, es un misterio si es el dinero quien mueve las masas, o sencillamente es el sentimiento rapero.

Las representaciones que muestran, son sencillamente espléndidas, pero cuando esa virtud la llevan a prohibido llegando a la agresión de personas, lo transforman en vandalismo, y esa es una lacra que deberíamos erradicar.

Marc Domínguez

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