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Luz y color ( 1ª parte )

14/07/2020

Después de trece años trabajando como comercial en una correduría de seguros, casado con tu amor de la infancia y con un hijo que mostraba una cierta rebeldía propia de un joven de apenas 14 años, nada parecía estar llamado a truncar esa vida tranquila pese a los inconvenientes del día a día. 

A las 08:30 de la mañana, sonaba el despertador, desayuno en familia mientras el noticiario informaba de lo acontecido en el mundo, así transcurrían las matutinas jornadas ínter-semanales. Tu hijo, era el primero en marchar al instituto, minutos más tarde y tras darle un sonoro beso a tu esposa, abandonabas el hogar rumbo a tu puesto de trabajo; pero antes de ello, dabas 5 palmadas al aire; ni una más ni una menos. Según tu teoría eran las palmadas de la buena suerte…una manía que al principio lo contemplaban como una anécdota pero que con el paso del tiempo se hizo poco menos que un amuleto familiar.. 

Gracias a que el trabajo distaba a pocos metros de tu casa, no precisabas de vehículo para desplazarte, algo que, tanto tú como sobretodo tu mujer agradecíais de sobremanera. 

Como cada mañana también, antes de arrancar la jornada laboral, el bar de enfrente de la oficina era el punto de reunión entre compañeros de trabajo para comentar las idas y venidas así como los problemas propios del puesto. Los “debates” extra laborales también tenían cabida en ese corto espacio de tiempo. 

Igualmente, siguiendo la rutina y sin perder la costumbre, eras el último en salir del local ojeando la prensa deportiva, de la cual, eras un ferviente seguidor.  Un grito de rabia, desvió tu atención centrándote en su lugar de procedencia. 

– Maldita máquina del demonio!!!! -. 

Un individuo con unas pintas poco recomendables, era el encargado de castigar y maldecir una de esas maquinitas que hacía perder dinero a cambio de, la mayoría de las veces, no ofrecer nada salvo frustración. 

Lo observabas detenidamente, contemplando como las monedas no cesaban de introducirse en la ranura mientras aquella persona, seguía desgañitándose sin obtener ningún tipo de consuelo. 

– Pobre necio, un mal negocio confiar la economía al azar; tal vez tenga suerte y consiga algo pero esto es pan para hoy y hambre para mañana -. 

Una vez sacada esa conclusión, te apresuraste a beber el último sorbo de café y dispuesto a iniciar una nueva jornada en la oficina. 

A pesar de que todo parecía ir sobre ruedas, la verdad es que la correduría en la que prestabas el servicio, estaba pasando por una delicada situación y necesitaba de reajustes tanto en lo económico como en materia de despidos. La experiencia que poseías, así como la valía en el puesto, hacían que tu sitio no corriera peligro alguno, aun así eras consciente que no podías bajar la guardia en ningún momento. 

Con mayor o menos dificultad, te amoldabas a las nuevas situaciones, te multiplicabas en todo aquello que te era encomendado…la mayoría de las veces representaba algo novedoso y que requería una pequeña fase de aprendizaje, aun así la fuerza mental de la que hacías gala, era capaz de sobrellevar toda esa carga por el bien familiar. 

Los días continuaban pasando y a pesar de ser “ inmune” al enrarecido clima laboral, lo cierto era que volvías a casa triste, alicaído, sin ganas de hacer nada… tan solo disfrutar de la compañía de tu mujer aunque fueran unas pocas horas mientras tu primogénito estaba con sus amigos dándose su particular visión de todo. 

Tratabas de aparentar normalidad para no preocupar al seno familiar, pero la realidad era otra bien distinta; tu capacidad de aguante, comenzaba a derrumbarse como un castillo de naipes…la prueba más fehaciente estaba en las 5 palmadas que ofrecías al aire; generalmente eran enérgicas, con fuerza, acompañadas de una sonrisa de oreja a oreja…pero a medida que pasaban los días esa fuerza se iba apagando; la sonrisa ya no formaba parte de tu rostro. Una mentira piadosa era la encargada de tapar la realidad. 

– ¿Te ocurre algo? Hace ya un par de días que no te veo tan contento como en semanas pasadas- 

– No…No…No te preocupes únicamente es falta de sueño, estos días no he dormido del todo bien-. 

En aquello momentos el insomnio, fue tu gran aliado, pero no lo sería eternamente; para entonces tenías la esperanza de que todo hubiera llegado a una solución, pero mientras tanto la sombra de un posible despido o no estar a la altura de lo que te pedían planeaba sobre tu mente. 

Las reuniones con los compañeros de trabajo en el bar cada vez eran menos amenas…todos iban con  pies de plomo evitando cualquier tipo de comentario que pudiera ser usado en su contra.  De la misma manera, estaba allí sentado frente a la maquinita el mismo personaje del día anterior con ilusiones renovadas, pero con idéntico desasosiego. Tras un corto tiempo y viendo que la diosa fortuna no iba a aparecer, abandonó el recinto despotricando de su suerte y dejándola a expensas que otro/a incauto/a  minara su poder adquisitivo a costa de una vocecita alegre, una melodía adictiva acompañado de luces y colores que la hacían más atractiva a la vista. 

Pagaste el café, pero esta vez antes de salir de allí te detuviste contemplando aquel pozo sin fondo… sacaste una moneda sobrante del bolsillo e introdujiste por primera vez en tu vida algo de tu dinero en aquella noria del azar. 

– Jamás probé esto pero qué diablos… siempre hay una primera vez, aparte no pasará nada por ello -. 

Antes de presionar el botón que accionaba el carrusel de figuritas, hiciste valer las palmadas de la suerte; al parecer todo ello surtió efecto…el azar te mostró la mejor de sus sonrisas ofreciéndote el máximo premio; la balanza entre las pérdidas y ganancias se decantó rotundamente hacia tus intereses.

Tal obsequio no te permitiría hacer un viaje ni comprar un coche nuevo, pero al menos la compra y algún caprichito si estaba al alcance.  Aun así, eras sabedor que eso no fue más que un golpe de suerte y que no debías caer en las garras de un mundo cargado de luz y fantasía. 

La carga que llevabas por el trabajo ya era una losa difícil de soportar…tu pareja no tardó en averiguar que algo ajeno a la falta de sueño sucedía y empezó a preguntar hasta sonsacarte todo lo que acumulabas en tus entrañas. Como era de esperar en todo momento mostró su afecto, comprensión y apoyo en todo lo que pudiera ocurrir. Tu hijo por otra parte, seguía inmerso en su feliz juventud, despreocupado, tan solo estaba pendiente de sus espinillas y su testosterona. Una vez por semana te tocaba hacer la compra al salir de la oficina, con la diferencia de que en esta ocasión, todo sería pagado por la fortuna. Antes de adentrarte en el mundo del supermercado, accediste  a una cafetería para tomarte un café con hielo y así, soliviantar el terrible calor que azotaba las calles. 

Una de esas curiosas máquinas estaba allí, solitaria, esperando la generosidad de cualquiera que se acercara a aquel lugar. 

– Si ayer tuve suerte…porque hoy iba a ser distinto? -. 

Hecha esta reflexión en voz alta, te acercaste a desafiar a la suerte; distinta animación y colorido pero el mecanismo era exacto al que viste el día anterior. La primera moneda no te obsequió con nada; confiado en tu suerte, proseguiste engrosando las arcas de aquella avariciosa de boca pequeña pero de estómago inmenso.  Casi sin darte cuenta, habías consumido parte del dinero destinado a la compra… únicamente ese hecho fue el encargado de hacerte volver a la realidad, salir de esa tela de araña en la cual te sentiste atrapado durante unos instantes.  En aquel momento recordabas a aquel pobre diablo que, indiscriminadamente malgastaba su poder adquisitivo. Por una vez te pusiste en su piel, probando ese sentimiento de impotencia…por fortuna esas pérdidas, no variaban en exceso las previsiones diarias. 

No obstante, el tiempo es el único que no perdona; eso unido a las prisas por cumplir con las labores domésticas, hicieron que en el domicilio conyugal la preocupación fuera latente. 

– Donde te habías metido? Estábamos preocupados al ver que no llegabas -. 

Momentos de silencio, rebuscando en tu interior una tapadera con la que evadir la cuestión. 

– Lo siento, me encontré un viejo amigo y se me echó el tiempo encima -. 

Audaz y habilidoso para recurrir a alguien que nadie conocía…ni tan siquiera tú sabías de quien se trataba, pero que en ese momento corrió en auxilio de la mentira que te apresuraste a crear. 

Nadie restó importancia a esa explicación…nadie excepto tu conciencia; tus principios quedaron en entredicho, el globo del juego te atrapó cuando nunca antes habrías caído en los cantos de sirena de una máquina programada para arruinar. 

Aun sabiendo que esa espiral era muy peligrosa, tu cabeza no dejaba de repetir las palabras de esa voz alegre y jovial ; “ avances…1,2,3,4”……” premio”. Esas dos palabras junto con algunas más que tu mente traía al recuerdo, martilleaba tu interior, llamándote, ofreciendo momentos de diversión a cambio de una cuantía económica…tan solo quien estuviera frente a ella, decidía si esa cantidad era mucha o poca. 

Por las mañanas, al encuentro pre-laboral con los compañeros, le hiciste un añadido en forma de unas pocas monedas destinadas a tu “ amiga” la cual reaccionaba por medio de cables. Perdida la noción del  tiempo, la demora al puesto de trabajo fue excesiva lo que te conllevó una reprimenda por parte de tus superiores, dejándote en una mala posición en el fino alambre de la oficina.  Lejos de auto-inculparte por lo ocurrido, te defendías a ti mismo y a tu compañera de fatigas la cual era la que menos culpa tenía en toda esa situación. 

Habiendo ya dilapidado el dinero que portabas esa mañana, no dudaste en pedir un pequeño préstamo a los colegas de profesión en concepto de reparación del automóvil. Un coche que iba como la seda…un viejo amigo que nadie sabía de su existencia…el círculo vicioso expandía su terreno llevándote con él. 

No encontrabas explicación cada vez que te sentabas frente a la conocida “máquina tragaperras”, tan solo  sentías la necesidad de acudir a su encuentro, que abriera sus brazos para ofrecerte una paz engañosa pero que en esos momentos no te importaba…únicamente sentías que el mundo se paraba y todo, absolutamente todo, pasaba a un segundo plano. 

De ser un perfecto desconocido en los bares de la ciudad, pasaste a ser asiduo allá donde hubiera una benefactora del dinero fácil. Deambulabas de bar en bar como quien juega a la oca, presentándote ante las distintas versiones de la fortuna buscando una que te obsequiara con un premio que permitiera paliar en parte las pérdidas anteriores. Consciente pero infectado, así estabas…consciente de que lo que hacías te podía llevar a perderlo todo pero infectado de algo que con su sola presencia y sin decir nada, te había engullido a su territorio, sin salida, sin una luz al final de ese túnel que te guiara a una exitosa escapatoria. 

Recurrías al banco cuando el bolsillo quedaba huérfano de metal, la droga del juego pedía más y no estabas predispuesto a impedírselo; al contrario, querías ofrecerle cuanto quisiera.  Los regresos tardíos a casa, se repetían con frecuencia y cada vez, una nueva mentira formaba parte de  un extenso repertorio de amigos, coches y trabajo acumulado. 

Toda esa serie de mentiras a quienes más te querían eran premeditadas…durante la noche pensabas en el bulo del día siguiente; tenías dos citas…a lo largo del día con el azar y a últimas horas con el embuste.  Todas esas disculpas, gozaban de la aceptación de tu pareja e hijo; esa serie de engaños los vivías ya  como algo cotidiano hasta el punto de crear tu propia verdad, la única que era ficticia pero a la que solo tú le dabas plena validez. 

Tratabas de que la vida prosiguiera como si nada, te convencías a ti mismo que estaba todo bajo control, podías frenar cuando quisieras…pero la cruda realidad era otra; estabas perdiendo el control de tu vida y economía…esa esfera de luz y color encontró en tu trabajo de comercial su primera víctima. Las continuas demoras y bajo rendimiento, hicieron que el temido cese por fin se tornara real. Argumentabas excusas de todo tipo para hacer cambiar de opinión a los mandamases…pero el resultado no varió en nada. 

Como un rayo, te dirigiste al bar de delante dispuesto a destripar verbalmente a la que creías culpable de todo. 

– Estúpido cacharro del demonio !!! -. Gracias a ti he perdido mi trabajo, pero a ti eso te da igual ¿ verdad?. Tu disfrutas ver cómo la gente pierde y pierde sin descanso…maldigo el día que te pusiste en mi camino -. 

Entre pequeños golpes y continuas llamadas de atención por parte del propietario del local, proyectabas la rabia acumulada. Fruto de esa ira, las monedas salían del bolsillo sin detenerse…querías vencer a la diosa fortuna, la desafiaste hasta el punto de secar la cartera. Las ganancias fueron mínimas, pero lo suficiente como para aplacar tu cólera al menos durante unas horas. 

No eras capaz de explicar en casa que quedaste sin trabajo y mucho menos los motivos que llevaron a esa decisión…esta vez tu amplio repertorio de estafas verbales no te daban solución para disimularlo. 

Una nueva rutina formaba parte de tu vida…el despertador sonaba a la misma hora, el desayuno era como el de cada día, las palmadas de la suerte seguían sonando al aire; unas palmadas falsas, tu interior sabía que nada era como antes; la visita al bar con la gente del trabajo, se transformó en visitas al cajero automático…dispuesto a surtirte de dinero con el que continuar retando al tiovivo de figuras. 

Desde primera hora de la mañana, el bar era tu refugio, el café tu alimento y la máquina tragaperras tu distracción.  Vivías por y para ese repetitivo juego, pero con innumerable cruce de posibilidades las cuales eran imposible descifrar. Lo único que eras capaz de saber era que el dinero salía del bolsillo sin cesar…cada moneda que ganabas, era introducida de vuelta junto con intereses de cosecha propia. 

Los ahorros comenzaban a menguar peligrosamente, sin prisa pero sin pausa, ibas dilapidando los ahorros que tantos años te costaron obtener. El único dinero que entraba en casa, era el proveniente de tu trabajo, algo que, ya no volvería a suceder…pero poco te importaba; te encontrabas inmerso en una batalla en la que nadie te llamó…la guerra contra la suerte. Claramente resultabas perdedor pero ya era demasiado tarde para dar marcha atrás y rendirse; nunca mejor dicho, la suerte estaba echada. 

Las primeras voces de alarma no se hicieron esperar mucho más tiempo…los ahorros flaqueaban y los ingresos eran nulos algo que, en casa no lograban entender. 

– Hace ya dos meses que no traes dinero a casa,¿ me puedes decir que está pasando? -. 

Bebiste un trago de agua, ganando tiempo para argumentar tu nuevo embuste…no te atrevías a contar la verdad de todo lo ocurrido. 

– La compañía está pasando por un mal momento financiero y ha habido problemas con los pagos , pero no te apures, nos han prometido que a final de mes nos abonaran todo lo adeudado -. 

Una nueva muesca formaba parte del cinturón de la falsedad; durante unos días, esos problemas financieros te protegían de preguntas e investigaciones, pero pasado ese período de tiempo, tu propia mentira pediría otra más grande.  Lejos de oír los consejos de recortar gastos para hacer frente a las deudas domésticas, huiste al único refugio que quedaba… las solitarias tragaperras. Aquellas que, con luz, color y melodías adictivas reflejando en un panel una atractiva cantidad de dinero, abrían sus brazos para consolar tu congoja diaria.

Estabas inmerso en un incontrolable mundo de fantasía, caminabas por un sendero totalmente distinto al recorrido hasta meses atrás. Las deudas y los bulos iban cogidos de la mano…a cada préstamo se unía un embuste. Cualquier falsa explicación servía para conseguir un montante económico con el que cubrir los gastos de lo que se había transformado en tu dueña. 

La luz roja saltó después de una llamada del banco, las obligaciones hipotecarias no fueron atendidas aconsejando regularizar esa situación antes que pasara a consecuencias más graves. Eso te dejó en un callejón sin salida, la llamada a la mentira esta vez no acudió en tu auxilio, dejándote desnudo de invenciones ante la lógica preocupación del cónyuge. 

– Me vas a contar que es lo que está sucediendo? Como no solucionemos este problema dime…que vamos a hacer? ¿Dónde vamos a ir? -. 

No supiste que decir, la soga de la trama que fuiste montando, presionaba tu interior; únicamente unas palabras de llamamiento a la calma salían de tu boca. 

– No te preocupes…mañana mismo voy al banco y soluciono este asunto. Ha debido de ser un error -. 

– ¿Que no me preocupe? ¿que no me preocupe?. Llevas días diciendo lo mismo y mira como estamos. O lo arreglas tú o lo soluciono yo misma -. 

Aquel encontronazo, solo fue el inicio de continuas desavenencias familiares; sin embargo, anteponías los momentos de juego al hecho de que la familia comenzara a mostrar sus primeras grietas. 

La alta frecuencia a ese tipo de juego, era sobradamente conocido por tus círculo más íntimo de amistades…desoías sus consejos de alejarte de aquel mundo, escudándote en que controlabas en todo momento y pidiendo a éstos que mantuvieran silencio absoluto al respecto. 

Pero la amistad y todo lo que habíais pasado durante tanto tiempo hicieron que ese “ hobbie” corriera como la pólvora llegando a oídos de tu pareja.  La cocina de casa fue testigo de que, la gran bola de la mentira saliese a la luz. 

– ¿Qué tal el día hoy en el trabajo? 

Por un momento, quedaste extrañado, esa pregunta cayó como un jarro de agua fría…a pesar de ello trataste de mantener la calma y responder con suma serenidad. 

– Bien, bien…hoy estuvo más ajetreado que de costumbre, pero mejor así, señal de que todo vuelve a su cauce normal -.

Marc Domínguez

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Francesc Garriga

22/07/2020

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